canva/ un deportista durmiendo placidamente
Dormir no es un lujo, sino parte del plan de entreno. Tal como recuerda Alejandro Lucía, catedrático de Fisiología del Ejercicio de la Universidad Europea, “el sueño es el momento en que el organismo se repara y se prepara para el día siguiente”.
Un mal descanso afecta a la memoria, la coordinación, la atención y, por supuesto, al rendimiento físico.
No se trata solo de dormir ocho horas. Lo decisivo es que el sueño sea continuo y reparador: conciliarlo rápido, no despertarse demasiado y poder volver a dormir sin problemas. Esto marca la diferencia en competiciones y entrenamientos exigentes.
El descanso deficiente golpea por partida doble: afecta a la coordinación y a la toma de decisiones, y altera la salud general. Prevenir lesiones empieza por dormir suficiente y con calidad.
En deportes donde los reflejos y la precisión son claves, una mala noche puede costar caro.
Una “power nap” de 20 minutos después de comer puede mejorar la alerta y la recuperación sin alterar la noche. Eso sí, no debe pasar de media hora ni hacerse demasiado tarde.
Si pese a dormir las horas necesarias notas irritabilidad, fatiga, bajo rendimiento en entrenos o una frecuencia cardiaca nocturna elevada, tu descanso no es reparador.
Monitorizar la variabilidad de la frecuencia cardiaca puede ser un buen indicador del equilibrio entre esfuerzo y recuperación.