Triatlón turístico por el Ebro para los alérgicos a la tumbona

No hace falta ser superhumanos de acero y ‘adamantium’. Con estar un poquito más engrasados que el hombre de hojalata es suficiente

Este verano se ha puesto en marcha una nueva ruta turística de nombre feroz (‘Triatlón por la ribera del Ebro‘), pero al alcance de todos aquellos que estén en una aceptable forma física. Una exhibición de ‘kitesurf‘, un largo paseo en bicicleta y un poquito de senderismo forman parte de las actividades, a las que hay que sumar también un descenso del Ebro en piragua.

La Diputación Provincial de Zaragoza está detrás de esta propuesta, pero también pequeñas empresas de los pueblos por los que discurre la ruta tales como Ebronautas, La Ciclería, Caralebro y los surferos de secano del embalse de La Loteta. «De hecho, nuestro propósito es dar a conocer la provincia pero, también, promocionar el turismo, la gastronomía y la oferta hotelera de las localidades de la ribera», explican en la Diputación, donde confeccionaron esta multiaventura para echar el anzuelo al público joven. Clásicos son ya los paseos ‘made in DPZ’ por los castillos medievales, el mar de Aragón o el legado de Goya. Cuentan que el año pasado la estrella fue el románico de los Pirineos (era año jacobeo) y que este 2011 arrasan las rutas del Moncayo que incluyen visita a la recientemente recuperada catedral de Tarazona.
Sin embargo, la propuesta más novedosa (y sudorosa) de la presente temporada es el peculiar triatlón, cuya próxima cita se celebrará este domingo, aunque habrá una oportunidad más el 25 de septiembre. «No hace falta llevar nada porque hasta las bicis las aportamos nosotros. Lo único que debe traer quien quiera participar es ropa cómoda, crema protectora y algún repelente de mosquitos», comentan los responsables de esta prueba en absoluto competitiva. Otro requisito previo e imprescindible es apuntarse (antes del viernes a las 12.00 en la oficina de Viajes Halcón de la zaragozana calle de Canfranc) y abonar los 30 euros que (comida incluida) cuesta la aventura.

Pero… al lío. ¿Cómo funciona este invento? Para empezar a sufrir, aunque sea domingo, toca madrugar porque el bus sale a las 8.45 de la puerta del Carmen. A eso de las 9.30 tiene que haber llegado a La Loteta, donde se ofrece (previo desayuno) una exhibición de ‘kitesurf‘, que puede ser de lo más espectacular si Eolo está de buenas y sopla con fuerza sobre el embalse.

De piñones y caudales

Inmediatamente después (con el tiempo justo para digerir el croasán y que no se quede cruzado en la traquea), comienza el paseo en bici. Esta puede ser la parte más sacrificada (al menos para nalgas, glúteos y rabadillas) porque son unos 20 kilómetros, que se completan en unas tres horas dado que el ritmo de pedaleo es pausado. Se pasa por Pedrola, Figueruelas, Grisén, se van haciendo ‘paradicas’ para explicar curiosidades del Canal Imperial, y se alcanza, con las posaderas echas polvo pero unas pernacas que ni Induráin (en su etapa previa a entregarse a las magdalenas), se alcanza -decimos-, la chopera de la La Codera (Alagón), donde se disfruta de la comida a mesa puesta.

Nos hemos plantado, más o menos ya, en las 13.30 y aunque la pereza se asome tras cada matorral e invite a una siesta después de la paella, a las 15.00 vuelve a escucharse el toque de diana para poner de nuevo a la expedición en marcha. Toca coger la piragua y cubrir -rema que te remarás- el tramo comprendido entre La Codera y la barca de Torres de Berrellén. «Primero hacemos un cursillo de cinco minutos para que nadie se dé un remojón cayendo al agua», comenta Néstor J. Torrecilla, educador ambiental de Ebronautas, donde «desde hace tiempo se apuesta por un turismo fluvial activo en un entorno natural y cultural privilegio». Torrecilla cuenta que la actual polémica del estiaje y el ‘bajito’ caudal del Ebro no impide realizar la actividad porque «siempre hay zonas por las que se puede navegar: 25 metros cúbicos por segundo es más que suficiente y, además, resulta más seguro cuando se trabaja con grupos». Aunque entienden que el tope de los 30 metros se cifró «para que no se encontraran peces flotando panza arriba», en Ebronautas son partidarios de que se fije el regimen ambiental de caudales con base científica y con un proceso de participación pública.

Eolo, las aguas, lo divino y lo humano… El caso es que de vuelta a la ruta se desembarca en Torres de Berrellén y, tras unos estiramientos de rigor, se inicia la marcha de senderismo capitaneada por la gente de Caralebro. En realidad, se trata de ‘nordic walking’, «una forma de optimizar el paseo natural, que beneficia, además, a las articulaciones y al aparato cardiorespiratorio». Al más puro estilo finlandés (aunque pasando por el soto del Tambor), se camina con bastones para ejercitar el 90% de los músculos hasta llegar a Sobradiel.

Y ya. Ya está. En este punto dejará la riada a los felices ‘triatloneros derrengados’ que subirán de nuevo al autocar, orgullosos de su hazaña pero admirados de la eficiacia del motor diésel del bus…

fuente: heraldo.es

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